martes, 26 de julio de 2022

ESTRABISMO

Autor:  Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 30/05/2015, re-editado el 25/07/2022

El otro día fui a chequearme la visión con mi oftalmólogo de confianza,  quien es una amiga de infancia, como regularmente lo hago todos los años, con la finalidad de ajustar mis lentes al desgaste natural de mis ojos, es decir, los avatares de la edad. Luego de una hora de una consulta amena, poniéndonos al día sobre temas familiares y personales, mientras me examinaba, me atreví a preguntarle sobre una intimidad que últimamente me atormenta con  algo de angustia.

A pesar de la confianza de años, que nos tenemos realmente, estaba muy tímido, pero me llené de valentía e inicié esta confesión.

-    Mari, quiero aprovechar esta visita para conversar contigo sobre una situación que me está pasando y que me preocupa - le dije con una voz que mostraba nerviosismo.

-   ¿Sobre qué se trata Martín? -me pregunta con cierta curiosidad. Luego de una respiración profunda y pausada comienzo a contarle - creo tener un problema físico, el cual me afecta en lo psicológico y emocional -. Ella se pone seria, estrechando las cejas como indicativo de una mayor atención. 

-    En ocasiones sufro de una especie de estrabismo y que me ocasiona déficit de atención –le dije. 

-   ¿Estrabismo? ¿Déficit de atención? Explícame mejor para poderte entender -me dice mi amiga.

Vuelvo a respirar profundo y sigo contando

-    Lo que quiero decirte es que en ocasiones mis ojos sabotean mi concentración, por más que trato de dominarlos para que se enfoquen en un solo objeto o persona, siempre termino viendo varios objetivos a la vez.  En los momentos que estoy solo caminando por la calle este problema no tiene importancia, pero si estoy conversando con algún amigo o amiga, en un sitio público, el estrabismo actúa. Y me da vergüenza, porque la persona se da cuenta que estoy desviando mi atención, y cuando esa persona es una amiga, inmediatamente me dice un "párame bolas" con un tono regañón – Le dije, luego de haber respirado de manera profunda.

Mi amiga comienza a hacer muecas extrañas con la cara , pero sigo contando.

-   Peor aún es cuando pasa una mujer cerca, lo cual ocurre repetidamente, el estrabismo me ocurre tan insistentemente que pierdo el hilo de la conversación y mis ojos comienzan a escanear el objetivo de arriba abajo y de abajo arriba, se fija en su rostro, su cabello, el vestido, sus prendas, sus curvas, sus piernas, sus zapatos, todo lo observable para concluir en mis adentro, lo guapa que es esa mujer. A pesar de la belleza con quien esté conversando, mis ojos no obedecen y comienzan a ver doble, no lo puedo controlar, a menos que esté conversando con mi amada, ocasión que mis ojos tienen una concentración perfecta en su rostro, apreciando su belleza, como se mueven sus labios y contagiándose de su alegría de verme –le dije.



Mari se sonríe y me responde, luego de haber buscado en un diccionario web, desde su laptop.

-    Estrabismo es un trastorno en el cual los dos ojos no se alinean en la misma dirección y, por lo tanto, no miran al mismo objeto al mismo tiempo. La afección se conoce más comúnmente como ojos bizcos –luego, continúa diciéndome - Aunque este significado se parece a lo que me cuentas, no tiene que ver en nada con lo que tienes -. Y luego con la confianza que tenemos de siempre, con tono regañón me dice - pórtate bien es lo que tienes que hacer -y completa diciéndome - Bueno, menos mal que siempre me preocupo salir bien arreglada. Ahora anda y vete que tengo que seguir trabajando – me dijo para terminar mi consulta.    



 

DISCURSO ACTO DE GRADO PRIMERA PROMOCIÓN DEL PREANI

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 09/06/2022, re-editado el 26/07/2022.

Nota: PREANI son las siglas de un curso de postgrado, denominado "Programa de Estudios Avanzados en Negociación Inmobiliaria", el cual se dicta en convenio entre la Universidad Católica Andrés Bello y la Cámara Inmobiliaria de Venezuela.  

 

DISCURSO DE MARTÍN FERNÁNDEZ

COMO PADRINO DE LA PRIMERA PROMOCIÓN DEL PREANI (09/06/2022).

Para iniciar mi intervención, le doy un saludo cordial al Presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela Roberto Orta, representado en este acto por su Vicepresidenta Dra. Anabel Araque, así como también al Presidente de la Cámara Inmobiliaria Metropolitana Fernando Di Gerónimo, mis dos grandes amigos y con quienes he tenido el gran placer y orgullo de haber trabajado en equipo para promover un crecimiento de calidad de las dos cámaras.

Un saludo también a la Vicepresidenta de la Cámara Inmobiliaria Metropolitana Gilda Márquez y a la Consultora Jurídica Ana María Gamardo.

Y por último, lo más importante de éste acto, mi reverencia a los ya graduados, quienes con su esfuerzo personal, familiar y de amigos, hoy celebran este gran logro, como profesionales inmobiliarios preparados, con un conocimiento firme y confiado que les permitirá agregar valor a una Venezuela que necesita fortalecerse y crecer de manera sostenida para ser un mejor país. Ésta es la razón por la cual estamos aquí, para celebrar esta felicidad que nos corresponde por la graduación. Y a quienes les agradezco el nombramiento como Padrino.

No quiero dejar para lo último, como hacen en los programas televisivos, agradecer a mi muy amada prometida, la Arquitecto María Alejandra Chávez, por su buen gusto para vestirme y calzarme, buscando la combinación con este sombrero que me regaló mi gran amigo Fernando. 

El sector inmobiliario se ha transformado en un mercado complejo, nos encontramos en una situación donde la demanda efectiva está muy golpeada, en contraposición a una abundante oferta, que a pesar de la baja cantidad existente de compradores, siguen imponiéndose con un precio alto. En mi opinión, los propietarios vendedores necesitan enfocar mejor su visión del mercado.

Enfatizo mi perspectiva que siempre he afirmado en mis publicaciones: aún no existen las condiciones económicas y socioeconómicas para pensar en una reactivación del mercado. A pesar de ello, en este mar revuelto, nosotros estamos preparados para consolidarnos como los mejores asesores inmobiliarios, porque tenemos el conocimiento necesario para alcanzarlo y la experticia que se va fortaleciendo en el tiempo, pero nos requiere mucha paciencia, solo hay que seguir nadando con la fuerza necesaria para mantenernos a flote y poder avanzar.

Cuando las situaciones son complejas, como es el mercado actual, aquella persona capacitada, como lo son ustedes, son las que tienen el éxito asegurado, se los asevero.

Históricamente, no más del 20% de las operaciones registradas se hacían mediante la intervención de un corredor inmobiliario. Es decir, el 80% eran ventas que hacían los mismos propietarios de manera directa. Hoy en día, en estos momentos de agobio del mercado, los propietarios que quieran vender, no les queda otra que apoyarse, no en un simple corredor, sino en un asesor capacitado que los oriente de forma eficiente, como lo son ustedes. Poco a poco vamos a revertir dichos porcentajes, para que el 80% o más, de esas intermediaciones, se deban a nuestras asesorías.

Los que me conocen, saben que soy una persona optimista. El optimismo no significa desconocer la realidad, sino que es capaz de ver un destello de luz en la oscuridad, que siempre tiene la esperanza de que las situaciones vayan a mejorar porque trabaja para eso, no se queda sentado esperando. Y nunca pierde la Fe en Dios, quien, cuando nos pone a prueba, es porque sabe que podemos salir airosos y triunfantes.

Les cuento que el año pasado tuve una situación crítica de salud, me operaron de un meningioma (tumor benigno) en el cerebro, me intervinieron 3 veces, luego tuve 35 sesiones de radioterapia, lo cual me produjo la caída de gran parte del cabello, pero mi asesora de imagen hizo que usara pañoleta y luego sombreros, que al final, me gustaron tanto que los uso de manera corriente. De dicho proceso de salud, aprendí mucho:

-   A tener confianza en los demás, sobre todo en los médicos y enfermeras (no me quedaba otra).

-  A dejarme llevar, no solo por los médicos, sino también por las personas que me aman y están conmigo siempre, una de ellas es mi prometida María Alejandra y otra es mi hermano menor Jaime, con quien ya no discuto más.

-  Y a tener Fe en Dios, de quien siempre sentí su compañía. Quizás se debió a tantas cadenas de oraciones generadas por las personas que me aprecian y también por personas que, aún sin conocerme, las replicaron. Por ello, luego de casi un año, he tenido que acompañar a dos amigas a pagar promesas. Una, a la Iglesia de La Candelaria para rezarle a José Gregorio Hernández y, la otra, a la Iglesia de San Judas Tadeo en La Pastora. A este Apóstol, mi prometida y Yo le encendimos una vela cada uno, que luego de la misa pudimos ver que la mía se había consumido por completo, mientras que la de ella estaba casi entera. Créanme o no, Yo estoy seguro que allí hubo una intervención Divina de San Judas Tadeo. Gracias San Judas.

Para finalizar este discurso, antes de que comiencen a quejarse por aburrimiento, además que ya empieza a pegar el hambre,  les quiero dejar como reflexión algo que escuché de nuestro gran humorista Laureano Márquez, palabras más, palabras menos, “Es mentira si les digo que Venezuela va a cambiar de gobernantes, es más, los tendremos por mucho tiempo. Pero lo que sí podemos hacer es sembrar, para que las generaciones futuras puedan recoger una buena cosecha, hagamos lo que más sabemos hacer, que es trabajar, y que sean nuestros hijos o nietos quienes disfruten de nuestra siembra”.

Muchas Gracias y que Dios les bendigan mis apreciados ahijados.





sábado, 23 de julio de 2022

SOÑANDO CON EL RORAIMA

Por: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: Noviembre 2014, re-editado el 23/07/2022

Luego de caminar varios días, seguramente agobiantes por el intenso calor y la larga travesía, con una mochila en mis espaldas que se hará pesada por tanto andar, acompañado de la desesperación de llegar a este imponente tepuy, solo esperaría a que, cuando llegue a la cima, ponerme de rodillas y con las palmas sobre el suelo, y daría suspiros para agradecer a Dios por ese momento. Luego, me inclinaría para  besar el suelo y acostarme boca abajo, con la frente posada en la gran roca para tratar de conciliar un hermoso sueño, matizado en la inspiración de  esta belleza natural.

Andaría descalzo, para que su energía fluya a través de mis pies. Estaría sin camisa ó, si es posible, en ropa interior ó mejor, desnudo. Para sentir como Dios acaricia todo mi cuerpo mediante la luz, el viento, el húmedo ambiente y hasta con el silencio. Mi rostro se llenaría de alegría por el placer de tener cerca al cielo, por ver, desde lo alto, ese bosque amazónico que se expande hasta el horizonte, que se hace infinito, con su tono de verde, reflejo de esperanza.

También me sentaría a meditar, cerrando los ojos buscando poner mi mente en blanco, tratando de escuchar los variados sonidos de la selva que el viento me hace llegar. Imaginarme que me fundo con la naturaleza, que le pertenezco, que vuelo y la recorro desde lo alto, con las manos extendidas rosando con las copas de los árboles.

En ese momento, recordaría a mis seres amados, los vivos y los muertos. Los primeros, para trasmitirles desde lejos ese sentimiento que experimento de paz y alegría, y así, esperar contagiarlos de mis emociones. Los segundos, para honrarlos, trayendo a mi memoria aquellas alegrías que vivimos juntos. Rezaría para que Dios esté conmigo, para decirle que lo amo,  y para que me perdone por mis imperfecciones y faltas que he cometido en la vida.

Estando de pié y a la orilla del Roraima, con vista a ese verde sin fin, inhalaría hasta casi reventar, para exhalar fuertemente con un grito potente, pronunciando los nombre de aquellas personas que son parte de mi vida, seguido con un “te amo” pronunciado desde la profundidad y la pureza de mi corazón.

Luego de admirar ese momento por un largo tiempo, es cuando usaría mi cámara fotográfica para tratar de secuestrar esa existencia, que seguramente fracasaría en captar su belleza presente, pero tendría vestigios de imágenes que me ayudaría a recordarla cuando lo desee y así volver a tener en el presente todas esas emociones que rejuvenecieron mi alma y mi espíritu, vividas en ese momento. 



viernes, 22 de julio de 2022

¡DIOS EXISTE!

Por: Martín A. Fernández Ch.

Fechas: Octubre 2014, re-editada el 22/07/2022.

  

Para mí, todo comenzó un día martes 14 de diciembre de 1999.

Estaba celebrando el día Internacional del Tasador Panamericano, fue una reunión realizada en horas de la noche, festejando entre colegas y amigos, con bebidas y pasapalos. En este ambiente de cordialidad se hablaba sobre temas gremiales y del país, específicamente, que el siguiente día  sería el referéndum para aprobar la nueva Constitución.

Normalmente, no me gustaba estar hasta muy tarde en Caracas, porque vivía lejos, en una urbanización llamada Carmen de Uria, ubicada al margen derecho de la carretera, antes de llegar a Naiguatá, en el Litoral Central. Las salidas nocturnas implicaban llegar muy tarde a mi casa  y entonces se tenía que sufrir de las penurias del servicio de transporte público nocturno. Pero lo más angustioso era que mi Mamaíta no descansaba hasta que llegase a casa, con bastante razón, puesto que representaba peligro. Pero en esta oportunidad, pude quedarme hasta más tarde, debido a que me esperaban una pareja de amigos, quienes andaban en vehículo y vivían en la misma zona. Llegada las nueve de la noche, me despedí de la reunión y fui al encuentro de mis amigos.

Ella, que trabaja cerca de mi oficina, le insistió a su novio que quería pasear por el Sambil, a lo cual no pudo negarse, y me tocó acompañarlos. Por un buen rato, nos perdimos caminando por los pasillos viendo tiendas, más tarde nos apeteció cenar en dicho centro comercial. Estaba despreocupado por la hora, y fue como a las once cuando decidimos bajar a La Guiara.

Durante el camino tuvimos una leve lluvia. Ciertamente, desde Septiembre ya venía lloviendo y con más frecuencia desde hace cuatro semanas, siempre se presentaban lloviznas de ratos. Ya habían ocurrido algunos derrumbes, pero siempre se pensaba que era una situación normal y natural. Mi amigo, que se crió en Uria, conocía las eventualidades que podrían presentarse en el camino y no dejaba de decirnos que la carretera se pone peligrosa con las lluvias, especialmente en el tramo Tanaguarena al pueblo de Uria, puesto que de las laderas se desprendían rocas por causa de la erosión del agua y, si sigue lloviendo, era preferible quedarse en otro lugar. Adicionalmente, nos preocupaba pasar antes de desbordarse la quebrada llamada “La Escantarilla de Oro”.

Dicha carretera es estrecha, con una intensa oscuridad y con estas condiciones de clima, nos obligaba a estar alerta y a poca velocidad. En la medida que nos acercábamos a la bendita quebrada, el lodo en el asfalto se hacía más abundante y, justamente en el puente de la referida quebrada, se atascó un vehículo que iba delante de nosotros; el cual quedó atravesado de tal manera, que no dejó espacio para que ningún otro pudiera pasar. Algunos intentaron empujarlo a pié, luego probaron remolcarlo con un carro, pero fue inútil. En eso, empezó a llover más intensamente, haciendo que bajara mayor cantidad de lodo de la montaña, lo cual nos preocupó realmente cuando comenzó a cubrir dicho carro atascado. Entonces, fue cuando decidimos dar vuelta atrás. Esa noche, no tuvimos otra opción que quedarnos a dormir en un motel, en Tanaguarena.

Pienso ahora, que no recuerdo haber pensado en ese momento que, si mi amiga no se hubiese antojado de pasear por el centro comercial, esa noche estaríamos en casa temprano. Pero entonces, otro gallo cantaría y alguno de nosotros no habría sobrevivido a lo que luego sucedió. Dios quiso que permaneciéramos en el lugar correcto para nuestra protección.

Miércoles: día del referéndum “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella”.

Amaneció. Recuerdo que era un día claro, aún nublado, aparentaba un día normal. Intentamos nuevamente ir a la casa, pero nos conseguimos con una montaña de tierra sobre la carretera, lo que significaba que estaríamos a la deriva por un buen tiempo. Les propuse ir a Los Corales, allí vivía un familiar, una prima de mi mamá. Ella al vernos nos dio desayuno y pude cambiarme de ropa (andaba con un traje formal de la reunión de la noche anterior) por una vestimenta más cómoda (franela, short y sandalias). Al rato, llegó mi primo (segundo hijo de la prima), echándonos los cuentos sobre los derrumbes en el sector de Corapal, y que estuvo toda la madrugada auxiliando a vecinos.

Salimos de nuevo a ver la situación del referido derrumbe en la carretera. El avance para despejarla por parte de las autoridades locales, pero iban a paso de tortuga debido a la gran cantidad de tierra que había. De pronto, empezó a lloviznar nuevamente, lo que nos hizo salir de allí, pero en esta oportunidad, nos fuimos al apartamento de un amigo que vivía en el Caribe, en el edificio denominado Los Molinos, colindando con la parte norte de los campos de golf. Yo había propuesto ir de nuevo a Los Corales, pero mis compañeros no estuvieron de acuerdo conmigo, siendo una sabia decisión y muy acertada. Allí almorzamos, nuestra intención era que este amigo nos llevase hasta el derrumbe para que nosotros cruzáramos caminando, pero no estuvo de acuerdo porque seguía lloviendo. Nos propuso quedarnos a dormir y al día siguiente, por la mañana, nos llevaba. Aceptamos y pasamos la noche, pero no fue la única.

Jueves: “el cielo se hace agua”.

La lluvia continuó, pero esta vez con mayor intensidad. La noche la pasamos algo incómodo, durmiendo en la sala, sobre una colchoneta, pero descansamos algo. Pensaba que el aguacero solo tenía la intención de arrullar los sueños y que, en la mañana, el cielo se abriría para dar paso a la luz; pero no fue así, amaneció oscuro.

Al levantarme, mi amigo menciona que habló por teléfono con su hermano, quien le dijo que el río de Carmen de Uria estaba crecido y a punto de desbordarse. Esto me preocupó porque mi casa se ubicaba a una calle. Más tarde, pude saber que mi familia se encontraba bien, pero no había podido hablar con ellos.

Yo aún vivía con mis padres, al igual que mi hermano menor con su esposa y la bebé. También, todas las tardes, mi madre cuidaba a mis tres sobrinos, que el transporte  los llevaba luego de salir del colegio. Mi cuñada, la esposa de mi segundo hermano, siempre los buscaba al final de su jornada de trabajo, pero que en esta oportunidad no pudo hacerlo por los problemas en la vía con las lluvias.

El día transcurrió sin parar de llover, por la ventana se mostraba un cielo ennegrecido, muy tenebroso. Recuerdo en el pasado haber visto lluvias intensas, donde el agua corría por las calles, las alcantarillas se tapaban y se formaban lagunas en las vías, siendo divertido ver los carros intentando pasar. Yo, aún seguía pensando que la tormenta era pasajera, solo me preocupaba que se fuera a desbordar el Río de Uria.

Entrada la noche, mi amigo me dice que el río se desbordó. Ahora si estaba preocupado, pero mantenía la Fe que mi familia estuviese a salvo. Esa noche la pasamos intranquilos, dormimos poco. A veces, teníamos señal de celular (el mío, por olvido, lo había dejado en casa, así que estaba a la merced de los demás sobre las noticias) y podíamos comunicarnos con la gente del sitio, que por referencias que daban dichas personas, me enteraba que mi familia se encontraba bien.

Viernes: “ahora si es en serio el aguacero”.

Es cuando me doy cuenta que la situación no es pasajera, que no es una nube como a veces decimos. El cielo lloraba a cántaros, era un llanto que no tenía consuelo, y la angustia nos invadió. Nos enteramos que Carmen de Uria era un desastre, que el desbordamiento del río hizo estragos, derribando casas habitadas y que se había llevado todo por delante. Esa noche no dormimos y fue larga, muy larga.

En una de las llamadas que logramos hacer, nos dicen que el río se llevó a una amiga de la familia y a su hija, no se supo más de ellas, desaparecieron en hundidas en la brava corriente. Mi gente seguía a salvo, pero aún no había podido hablar con alguno de ellos.

Al celular de mi amigo, llama mi cuñada, la madre de mis tres sobrinos. Ellos vivían en un sector que se llama San Julián, hacia la montaña, donde nace un río con ese mismo nombre. Ella me pregunta, con voz desesperada, si tengo noticias de sus hijos, a lo que le respondo que están bien, pero ocultándole que no he podido contactarlos directamente, que todo lo que sabía, era por referencia de otros. También hablé con mi hermano, quien me dijo que donde estaban era un desastre, que el río estaba crecido, matizando el drama con la frase “se parece al Niágara”, que estaba violento y arrastraba consigo troncos inmensos de árboles que venían desde lo alto de las montañas, de la parte norte de la cordillera de la Costa. El Ávila se estaba desgarrando y mostrando una debilidad insólita.

Más tarde mi cuñada, vuelve a llamarme, esta vez para despedirse y pedirme que cuide a sus hijos. La animé o eso traté de hacer, diciéndole que todo va a salir bien.   

Sábado: “el Sol sale para todos”.

El cielo siguió triste en la madrugada, pero su intensidad disminuyó. Solo a ratos podíamos conciliar el sueño, ya comenzábamos a mostrar la desesperación en llantos. En mi caso, no perdía la Fe en que mi gente sobreviviera, pero a veces me desanimaba.

¡Amaneció! No creo haber visto en mi vida un cielo tan hermoso, aunque tenía aún ciertas nubes, pero el Sol asomó su cara y sus rayos comenzaron a penetrar para calentar el ambiente. Surgió la esperanza. De repente comenzó a escucharse los helicópteros en el cielo, se había iniciado el rescate masivo, volaban como enjambres de un lado a otro. Cerca de donde estábamos se ubicaba el lugar designado para evacuar a la gente, que se encontraba dentro del campo de golf. Nuevamente, nos comunicamos con la gente de Uria, ya se había iniciado su rescate en helicópteros para llevar a la gente al aeropuerto de Maiquetía, luego también dispusieron de buques de guerra para transportar tropas, pero en este caso se llevaban a la gente al Puerto de La Guaira.

En eso, salimos a la calle. Todo era un ambiente de caos, se caminaba sobre el barro que aún estaba húmedo, con fuerte olor a tristeza, la gente deambulaba como muertos vivientes, sin rumbo definido, unos iban y otros venían. Fuimos al campo de rescate y desalojo aéreo, el cual estaba coordinado por el Ejército. Las familias estaban organizadas en fila, esperando su turno para montarse en el helicóptero, todos deseaban salir de allí desesperadamente, sin importar lo dejado atrás, sin interés sobre destino del viaje, solo querían irse. En mi caso, solo pensaba reunirme con los míos.

Luego, bajamos a la Marina del Hotel Sheraton, para intentar navegar y llegar al pueblo de Uria, pero era imposible y muy peligroso, porque en el mar flotaban troncos de árboles como cardúmenes, que habían sido vomitados por los ríos y quebradas, luego del hartazón de rabia de las montañas. Entonces, nos regresamos al lugar de nuestro sitio vacacional, en el camino perdí mis sandalias, se rompieron por el pesado caminar que se hizo por tanto lodo pastoso.

Llegando a la puerta del edificio, me llevo mi primera sorpresa, dificulto que haya sido casualidad. Y veo venir a mi hermano con su esposa, quienes se habían despedido para siempre la noche anterior, Yo solo les dije ¡coño, están vivos! Nos abrazamos, no hubo llanto, tampoco alegría, aún estábamos absortos del terror de los días pasado. Mi cuñada, preocupada, solo me preguntó ¿Qué sabes de los niños? A lo que respondí: “supe que a la gente de Uria los estaban llevando al aeropuerto”. Ella se fue hacia el lugar del rescate y logró montarse rápidamente en un helicóptero. Y mi hermano se quedó conmigo.

Yo andaba descalzo, pero, por los lados de la piscina del edificio, había un par de zapatos de goma abandonados, nadie me supo decir de quién era, más bien los vecinos me decían que los agarrara, lo cual hice con entusiasmo y alivio.

Estando todos juntos, mi hermano, mi amigo y Yo, decidimos irnos del lugar. Iniciamos nuestra caminata hasta La Guiara, allí nos esperaban unos amigos caraqueños que habíamos contactado para que nos buscaran.

No éramos los únicos, era una gran marcha, como aquellos éxodos de pueblos completos que huyen de la guerra o de una epidemia, a la cual nunca imaginé ser parte de una. En ese largo camino, fue cuando verdaderamente me di cuenta de lo que había pasado. Entendí que el desastre era generalizado, que el terror vivido no era de pocos, sino de muchos. De vez en cuando, le preguntaba a mi hermano: ¿Dónde estamos? Y me respondía: “creo que por El Palmar o por Corapal”, fueron preguntas recurrentes que le hacía. Quizás podía intuir más o menos donde estábamos, pero el paisaje estaba tan cambiado, que no identificaba la calle ni el lugar. Seguimos nuestro andar, en el trayecto nos conseguíamos amigos, lo cual nos alegrábamos al vernos e intercambiábamos los horrores vividos y las noticias de los sobrevivientes. 

Llegamos a La Guaira, donde nos estaban esperando los amigos caraqueños en motos. Yo nunca me había subido en una y no pienso hacerlo más, a no ser que verdaderamente lo necesite. Ellos tenían la intención de llevarnos directamente a Caracas, pero les pedimos pasar primero por el aeropuerto de Maiquetía, queríamos ver si nuestra familia estaba allí.

El aeropuerto era un caos, personas amontonadas por todos lados, algunos de pié, otros sentados en los pisos. Todo lucía desordenado, se sentía un profundo hedor en el ambiente. Mi hermano y Yo lo recorrimos rápidamente, pero no vimos a nuestra familia, solo conseguimos amigos que nos dijeron que los habían visto. Al salir de ese sitio, me conseguí con mi primo de Los Corales, quien me dijo que su madre (la prima de Mamaíta) estaba bien y nos ofreció quedarnos en Catia La Mar, en casa de una familia, lo cual se lo agradecí, pero nuestra prioridad era conseguir a los nuestros.

Ya estaba oscureciendo, ya era casi las seis de la tarde. Nos montamos de parrilleros en las motos. Nuestros amigos caraqueños nos dijeron que estaban atracando en la autopista, por lo cual subiríamos rápido y sin parar. Así lo hicimos. Pensaba que no llegaría, las piernas me dolían de apretarlas para no caerme de la moto. Cuando llegamos a la autopista Francisco Fajardo, a la altura de la entrada a la urbanización El Paraíso, le pedí al conductor que parara, necesitaba estirarme y relajarme un rato. En Plaza Venezuela, nos esperaban  otros amigos en un vehículo, donde iríamos más cómodos. Esa noche, nos bañamos, cenamos y dormimos en una buena cama.

Domingo: “el día del encuentro”.

Al día siguiente, luego de desayunar, nuestro anfitrión nos llevó al aeropuerto La Carlota, para averiguar sobre nuestra gente. En la lista de damnificados, vemos los nombres de nuestro padre y de nuestro hermano menor, donde decía que habían ido a la Embajada de España.

Allí nos conseguimos a grupo de médicos, que se iban para atender a la población de Higuerote, pidiéndoles la cola hasta la salida del aeropuerto. Nuestro plan era ir al C.C.C.T. para llamar por teléfono y que nos ayudaran. Cuando estamos por cruzar la calle en dirección al referido centro comercial, escuchamos nuestros nombres, al voltear, vimos que eran nuestro primos de Los Teques que nos llamaron, nos dijeron que estaban desde temprano haciendo guardia por si aparecíamos, la alegría fue inmensa al verlos, y más aún cuando nos indican: ¡Ustedes son los que faltan, todos están en el Colegio San Ignacio de Loyola, esperándolos!

Llegamos a dicho colegio, nos identificamos como damnificados, y nuestros primos nos condujeron a donde estaban los demás, en un salón de clases que habían habilitado para hospedar a la gente. Al entrar por la puerta, todos corrimos a abrazarnos y besarnos, lloramos de alegría, lo importante era que todos estábamos vivos.

Dios existe, de eso no tengo dudas.

Siempre que recuerdo lo sucedido, concluyo que hubo algo todopoderoso quien jugó las piezas correctamente. Si mi amiga no se hubiese antojado de pasear por el Sambil, hubiésemos llegado temprano y habríamos podido pasar al pueblo de Uria, pero quizás no hubiese sobrevivido a los acontecimientos sucedidos que luego me contaron. Y si hubiéramos decidido dormir en Los Corales (urbanización que quedó completamente devastado), lo más probable es que hubiese desaparecido bajo las corrientes del río San Julián.

Otro milagro es la manera que me conseguí con mi hermano y mi cuñada, en el momento y el espacio exacto. Así como también, la manera que nuestros primos nos consiguieron saliendo del aeropuerto de La Carlota ¿Quien les dijo que pasaríamos por allí? Y, por último, el mayor de todos, es habernos reunidos tan prontamente e ilesos.



CABEZA HUECA

Por: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: Enero 2022, re-editado el 22/07/2022.

Iniciaba el 2021, con algo pendiente que veníamos trabajando en la familia desde finales del año pasado, referente a una operación que era necesaria hacerle a mi padre de 84 años. Nunca pensé lo complejo que sería dicho año para mi salud, primero, en el mes de febrero tuve que enfrentar el COVID-19, que si bien no me castigó fuerte, fue un momento de pánico, porque aún había incertidumbre sobre su tratamiento y que todo dependía de la fortaleza de tu cuerpo para superarlo. Lo que quiero decir es que pensé que la muerte la tenía a la vuelta de la esquina, lo cual no sucedió, por supuesto, si no fuese así este escrito no existiría. Esta enfermedad sucedió al mismo tiempo que la operación de mi padre, la cual se hizo de forma exitosa, pero, mi hermano menor Jaime tuvo que encargarse de todo.


Luego de haber superado el COVID-19, con el apoyo incondicional de mi novia María Alejandra. Al mes siguiente, comencé a realizarme los exámenes médicos para determinar la causa de una protuberancia que tenía en la parte derecha de la frente. Como todas estas cosas extrañas de salud, se va pensando desde lo menos a lo más perjudicial. Primero un examen de Escaneo y Rayos – X en el cráneo, luego una Tomografía y, por último, una Resonancia Magnética con Contraste. En conclusión, se detectó que tenía un Meningioma, que es una especie de tumor no cancerígeno, el cual estaba presionando y perforando el hueso de la frente y era necesario operarlo.

Realmente, aunque tenía una fuerte imprecisión sobre lo que me vendría, me reconfortaba pensar que si hasta los momentos no me había sentido mal, ni había tenido algún evento de pérdida de memoria o de convulsiones o de movilidad, significaba que dicho pasajero aún no había invadido zonas importantes en el cerebro y que su extracción sería de poca o de ningún riesgo, a pesar que sería una operación muy compleja.

Al final, me operaron tres veces. En la primera, me extrajeron el “invasor extraterrestre”, dejándome la frente hueca (sin hueso, porque estaba carcomido). La segunda vez consistió en corregir una “fístula” (conexión entre las cavidades craneal y nasal, que producía una salida del líquido cefalorraquídeo por la nariz), y se aprovechó esa oportunidad para colocarme la próstesis de la frente (tipo PEEK, fabricado de manera personalizada con material novedoso de polímero, el cual está identificada con mi nombre y número de cédula, por si se me pierde en algún momento). La tercera entrada al ring, fue para subsanar un problema provocado por una burbuja de aire creada detrás de la referida prótesis.

Aunque he escrito esta historia con facilidad, el proceso vivido en todo este tiempo de operaciones, que fue aproximadamente como 90 días (incluyendo los días de recuperación), fue muy complejo. Se necesitó tener Fe en que Dios estaba orientando a los médicos que me atendieron, también requerí tener mucha confianza en el equipo que intervino en las operaciones, y aprendí a dejarme llevar por las decisiones ajenas, lo cual me costó. Tuve dos cuidadores, mi novia atendiéndome desde el principio y mi hermano en la última intervención.

Es extraño ver que te apaguen la luz, debido a la anestesia, y luego tus ojos se abran en un lugar distinto, que en mi caso fue en la Unidad de Cuidados Intensivos. Que el espacio de tiempo transcurrido durante las intervenciones quirúrgicas es inexistente para uno y que te enterarás de los acontecimientos según los cuentos cortos del médico principal o que el familiar que estaba en la sala de espera se pudo enterar, como fue la noticia de que requerí transfusión de sangre en la primera pelea y la duración de primera operación fue 8 horas.

El proceso de recuperación más que lento, fue tedioso. El cerebro estaba inflamado y necesitaba que se le diera reposo absoluto. Tuve que aislarme de todos los amigos, no recibía llamadas porque me perturbaban, solo estaba acompañado del amor, quien tuvo que tener mucha paciencia conmigo, porque si normalmente soy callado o poco comunicativo, en esa oportunidad era como una tumba.

Luego de mi segunda operación, perdí la noción de existencia (espacio, tiempo y sentido), es decir, no recuerdo el transitar hasta el tercer round. Todo esto debido a una bendita burbuja de aire que apareció detrás de la prótesis. Pero sí recuerdo que al entrar a la habitación, luego de ese evento, vi a mi novia y la saludé con mucha alegría “İAmor! ¿Y eso que estas por aquí?” le dije a manera de chiste.

Posteriormente, luego que me dieran de alta, me mandaron a realizarme 35 sesiones de radioterapia (con el propósito de eliminar cualquier vestigio que haya quedado). Todos los días, de Lunes a Viernes, a las 8 am tenía que estar en la clínica para someterme a dicho tratamiento. En la sala de espera conocí a varias personas que estaban en lo mismo, un doctor llamado William que tuvo un tumor en una amígdala y una señora muy simpática que vivía en Caraballeda y que se operó de un Meningioma en la cabeza (al igual que mi caso, pero se encontraba en la zona posterior del cerebro), también conocí a un niño que estaba en silla de ruedas con su mamá y que no tuve tiempo de presentarme con él (estaba terminando su tratamiento), pero en su último día se presentó con un cartel de despedida, lo cual fue un momento muy emotivo que todos aplaudimos. También coincidí, por dos semanas, con un amigo que se estaba tratando la próstata. En este tiempo conocí a los jóvenes técnicos de la clínica que me atendieron en las referidas sesiones, quienes fueron excesivamente amables, siempre saludaban con ánimo "¡Buenos días! ¿Cómo se encuentra?” Los efectos de estas sesiones fue la caída del cabello en la región donde se aplicó la radioterapia (la frente y las zonas laterales de la cabeza), que no me atormentaron y que fue la excusa para empezar a usar sombreros (escogidos y comprados por María Alejandra), aunque ya no me hacen falta porque está creciendo nuevamente el cabello y en poco tiempo podré lucir el peinado de siempre. Otra consecuencia, pero hermosa, fue que mi novia se convirtió (y Yo también) en mi prometida, siendo este 2022 el año que lo haremos oficial.    

En estos dos años que han pasado de pandemia y el que está transcurriendo, hemos tenido que aprender a otras formas de relacionarnos con la gente, con los amigos y con la familia, evitando reuniones o teniéndolas pero con disfraces bucales. Han ocurrido cambios en las rutinas deportivas, sobre todo en aquellas que se desarrollan en espacios específicos. Y algo que lamento en estos tiempos, es no poder acompañar a amigos y familiares, quienes han tenido seres queridos que han abandonado este plano, por temor al contagio.

El resultado de todo esto es que he quedado con mi cabeza hueca, pero ese vacío lo he llenado de mucho amor y agradecimiento a las personas que han estado acompañándome, quienes no han dejado de rezar por mi completa sanación, la cual ya he logrado desde hace tiempo, pero que no me importa que sigan enviándome esa energía positiva y esas oraciones que me ayudan a estar más cerca de Dios. 



jueves, 21 de julio de 2022

UN REGALO PARA TODOS

Por: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 27/04/2015, re-editado 21/07/2022.

 

El jueves 16 de abril, fue un día especial, de mucho significado, me refiero al acto de graduación del Diplomado de II de Psicología Positiva, el cual representó el cierre de un ciclo de aprendizaje. Dicho diplomado, conjuntamente con el primero, fueron para mí una puerta de entrada a un mundo de aquel conocimiento transformacional de mi ser, de carácter científico y revelador, que con una sola frase como es “búsqueda del bienestar duradero”, mensaje de mucha profundidad, aprendí a conocerme y a valorar mis emociones.

El Martín Fernández de ahora, es una persona evolucionada en comparación al antes de iniciar este proceso. Ahora, siempre estoy en la búsqueda permanente de mi mejor versión, pero de una manera sana y emocionalmente equilibrada. Realmente estoy viviendo una divina etapa de mi vida, conociéndome permanentemente y despertando la curiosidad por el conocimiento del ser y sus emociones.

En este proceso de aprendizaje tuve muchos compañeros, que expusieron sus ideas y presentaron sus experiencias personales, y que me permitieron enseñar las mías. A quienes estoy infinitamente agradecidos por ser y dejarme ser, por acompañarme y por crecer conmigo como personas.

Como acto de agradecimiento al grupo, en dicho día de graduación regalé mediante un sorteo un texto a uno de esos admirados compañeros, se trató del libro de Walter Risso titulado “El Poder del Pensamiento Flexible”, como un gesto representativo del cariño y el aprecio que sentía hacia ellos. En la primera página en blanco que conseguí, escribí el siguiente mensaje, pensado y escrito para todos, aunque solo fuese uno el afortunado en tenerlo, pero quizás con este escrito, más de uno se motiva a adquirirlo por su cuenta y ampliar la plasticidad de sus pensamientos:

“Cuando un transitar juntos por la vida, comprende experimentar una transformación de nuestro ser, aunque fuese por poco tiempo ese convivir, surge una verdadera amistad para el resto de nuestros días

La amistad y el amor que ello conlleva, aparece y permanece, siempre y cuando alguien nos acompaña de manera sincera y sin pedir algo a cambio, en algún momento del camino de nuestra vida.



EL CORCHO

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: Noviembre 2014, reeditada el 21/07/2022

Era un sábado de Octubre, que pretendía ser un día normal, propio del mes, soleado y un cielo despejado de un intenso azul, la diferencia la hacía un compromiso que tenía con una amiga para almorzar. Nos conocimos hace algún tiempo, siempre manteníamos contacto por motivos de trabajo, pero en el tiempo se fue construyendo una relación más estrecha, hasta llegar a compartir intimidades.

Últimamente, nos reuníamos más a menudo para almorzar o cenar, y ponernos al día sobre nuestras vidas, teníamos preocupaciones por nuestros hijos. Su hijo, se había ido a estudiar a una universidad fuera de Caracas, en Barquisimeto, a donde casualmente también se fueron mis pequeños hijos a vivir con su madre. Esa carencia, por la distancia de nuestros amores, nos unía en largas conversaciones, no necesariamente para lamentarnos, sino para acompañarnos en frescas estancias, hablando de anécdotas, de lo bello de la vida, y hasta tratando de entender los misterios que se nos presentaban para llegar a la felicidad.

Recuerdo que ese día, como todos los sábados, me levantaba temprano, a las seis de la mañana, para ir a caminar al Parque del Este. Luego, pasar por el mercadito de la Tercera Avenida de Los Palos Grandes, a comprar frutas, un ramo de margaritas blancas o amarillas y una rica cachapa con queso de mano para desayunar (lo cual me permitía presumir antes mis amigos del exterior, quienes añoraban un desayuno como ese, cuando nos comunicábamos en los chats).

Cerca de la hora de la cita, la cual era entre las dos y tres de la tarde, me fui preparando, esta vez preferí ir bien vestido, no elegante, con un toque de mi mejor perfume, buscando que ella se sintiera a gusto conmigo. Además, se trataba de una mujer muy hermosa, cabello largo y elegante, de piel morena y una sonrisa contagiosa. Quedamos en que me buscaba en su carro, como siempre, para mí era una incertidumbre a donde iríamos a almorzar, ella era más conocedora de restaurantes, es más caraqueña, y siempre damos con lugares donde se puede disfrutar de excelente comida y de un buen vino.

Llegamos al restaurant, era uno que se llamaba Rúa, ubicado en Las Mercedes, primera vez que lo visitaba. Escogimos una mesa cerca de la entrada. Para comenzar, pedimos de comer unos aperitivos, luego, como plato fuerte, algo del mar y lo acompañamos de una botella de buen vino blanco, que ella escogió porque tiene mayor conocimiento y aprecio a la belleza de esta bebida. Durante el almuerzo conversamos agradablemente de muchos temas: de los hijos, del trabajo, del beisbol, de los amigos, en fin, de la vida. Después, vino el postre y seguimos conversamos. Al acabarse el vino, nos tomamos un digestivo, el cual repetimos, sin parar de compartir nuestras emociones. Ya eran como las siete de la noche, cuando comienzan a llegar los invitados a una celebración de aniversario de casados de una pareja desconocida, quienes habían reservado un área en el segundo nivel del restaurant, animada con música, la cual aprovechamos para bailar al lado de la mesa. Ella bailaba muy bien, sonaba salsa y nos reímos mucho, porque se me había olvidado como girar y moverme, hasta que agarré el ritmo.  En todo ese tiempo nos conectamos de manera especial, sentí algo distinto a otros días, sentí que nos conectamos de verdad, sentí como si viajáramos juntos en el tiempo y en el espacio, allí y en ese momento entendí lo importante que era ella para mí.

No le dije nada, para mí era muy importante ese sentimiento de la amistad, pero quise llevarme un recuerdo, y ese fue el corcho de la tapa de la botella de vino, el cual mantuve en mi mano, que en algún momento se había caído al piso, pero disimuladamente lo recuperé. Quizás pareciera tonto, pero pensaba que de cosas sencillas se pueden tener recuerdos hermosos, y se me ocurrió que ese corcho era el objeto que me recordaría ese momento en particular, cuando nació una amistad profunda y verdadera.

Dicha amistad, en pocos días, se convirtió en un sentimiento verdadero y sincero, lleno de plenitud y de paz, como es el amor.






lunes, 18 de julio de 2022

DONDE ESTAN MIS AMORES

 

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha 14/01/2016

 

 

Donde están mis amores

¿cuándo se me fueron, que no me di cuenta?

O sí, sabía lo que venía,

pero no que doliera tanto y por tanto tiempo.

 

Son amores de lejos,

aunque no quiero creer que sea en vano, ¿O sí?

Es que son amores de raíz

y quiero pensar que son semillas de florecimiento

 

Pero como duele

no sentir sus abrazos y sus besos en las mejillas.

Ese calor de pecho

que tanta falta hace para calmar esta sed, este vacío.

 

Consuelo, si existe,

es pensar que surcan un buen camino, uno próspero,

pero en mi ausencia.

Y crecerán sin darme cuenta, sin vivirlos, sin sentirlos.

 

Son vuelos separados

a eso estamos destinados, cada uno con la vida que lidia.

Solo con encuentros fortuitos,

¡Esa es la vida que toca a los que emigramos!

 

Donde están mis amores

Ya no se usan largas cartas, ahora cortas palabras van y vienen

y voces en segundos.

Y mucho tiempo de ausencias, de agujeros sin saber

 

¡El amor es fuerte!

Quizás los caminos no se junten, quizás poco se crucen.

 Solo me queda esperar,

la visita de sus abrazos y sus besos, así calmar esta sed que mata.

 


 

FIN


sábado, 16 de julio de 2022

2.500 metros.

 

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 15/07/2022

Notas para el lector:

Este relato es un paseo por mis pensamientos, mientras hago mi entrenamiento de natación, el cual dura entre una hora y media a una hora y cuarenta y cinco minutos, dependiendo de los tipos de ejercicios que me asignen. Si usted hace otro tipo de deporte, puede pensar este relato en función de su particularidad, si no hace deporte, deje que su imaginación lo lleve a cómo sería su práctica (aunque estoy seguro que en educación física de bachillerato, cuando nos mandaban a trotar, surgían estos tipos de pensamientos distractores), aunque lo recomendable es que debería hacer alguna práctica deportiva para mejorar su bienestar.

La piscina, donde hago mis entrenamientos, es de 50 metros de largo y en los 25 metros hay una línea blanca gruesa pintada en el piso. También, en las carrileras (límites laterales del carril), cada 15 metros, 25 metros y 75 metros, tienen unas corcheras en amarillo. De igual forma, para guiar la proximidad a la llegada, desde la distancia de 5 metros a la pared, las corcheras de las carrileras están de rojo en todo esa distancia. Por otra parte,  en el piso de la piscina hay una franja en azul a todo lo largo, la cual marca la circulación por la mitad, que también sirve para dividir en dos canales de circulación, en los momentos cuando hay varios nadadores entrenando en el mismo carril, uno es de ida y otro es de regreso (siempre por la derecha).

Los estilos de natación son: crol, que en mi juventud se le decía “estilo libre”, que es el más común; pecho; espalda y mariposa. Si quiere conocer la forma de cómo se nadan, haga la consulta en algún video en internet.


¡Vamos, que hoy es Lunes y hay que empezar bien la semana con el entrenamiento!

Son 2.500 metros, una distancia que ya domino en la actualidad y mi cuerpo está dispuesto.

 




PARA CALENTAR: 4 X 100 MTS.

-          ¡Martín empieza, qué estás esperando!

Ya el entrenador me está regañando, mejor empiezo…uno, dos y tres, me hundo y me impulso a nadar. Esta agua está muy buena. Es reconfortante su recorrido por mi cuerpo.

Son 4 x 100 metros para empezar, los últimos 25 de cada 100 en cualquier estilo. Y esto es para calentar el cuerpo. ¡Vaya calentamiento! En los estilos, haré primero pecho, luego espalda y de último mariposa, o mejor repito pecho y dejo, para terminar, la mariposa.

El agua no está tan fría como dicen los compañeros. ¡Siempre se están quejando! Cuando nade algunas piscinas, el cuerpo se calienta y será todo un placer el agua.

Estos son los primeros 100, en este estilo crol debo estírame bien y afincar las brazadas. No estoy pateando bien, parece que tengo las piernas tiesas, más bien todo el cuerpo. ¡Qué me pasa, si descansé el fin de semana! Definitivamente, este estilo crol lo tengo que mejorar.

En estos primeros metros voy a respirar cada cuatro brazadas, hasta que mi cuerpo necesite respirar más rápido.

Ya alcancé los 50 metros, no daré la vuelta canela para impulsarme, para no fastidiarme la espalda.

Voy de vuelta. Ya falta poco para los 75. Cómo me gustaría que mis hijos fueran más deportistas, tendrían un disfrute más para su bienestar, aunque ellos tienen otras prácticas que los hacen felices, como ir al gimnasio, pintar, leer, jugar.

Ya me toca cambiar al estilo pecho, voy. Respirar y hundirme para estirar los brazos juntos hasta el final, y patada de rana, dejar deslizarme.

Aquí voy, ya estoy llegando a los 100. ¡Qué bueno que terminé el informe pendiente! Mañana temprano lo mando por internet, con la factura de honorarios. ¿Cuál será el tema para escribir éste mes? Arca aún no ha dicho, aunque Beto mencionó algo de “gato encerrado”, no sé si lo dijo en referencia al tema o es el tema.

Voy por los 200, la mitad del calentamiento, aunque tengo que terminarlos. Ya mi cuerpo está agarrando ritmo, tengo velocidad constante, pero tengo que nadar más rápido. Respirando cada cuatro brazadas, ahí voy. Veo un alcaraván volando casi al ras de la piscina, antes esta especie de pájaro no se vía por aquí, será que viene escapada del Parque del Este ¿Y donde están las guacamayas? Ellas están muy de moda en casi toda Caracas, al igual que las Guacharacas, las que dictan la hora de levantarse con su escándalo.

Ya estoy llegando a la pared, a la vuelta empiezo a nadar estilo espalda, mejor no, sería 50 metros y es mucho, además estoy empezando el entrenamiento, mejor lo hago desde los 25 metros, como está pautado. Al piso de la piscina le hace falta pintura.

Aquí está la línea de los 25, a voltearme y espalda, tengo que rolar, con fuerza en las brazas hacia el costado.  El cielo está hermoso, con algunas nubes con formas caprichosas, unas parecen arañazos. Veo un Zamuro bien arriba, dando vueltas, seguro se distrae aprovechando las corrientes de aire. ¿Qué hora será?  Me estoy hundiendo, tengo que patear más fuerte y bracear más rápido. Es degradable cuando el agua entra por la nariz. ¿Algún día Arca dirá el tema del mes? Porque tengo ganas de escribir un cuento. Ya veo la última escalera de la piscina, casi estoy por llegar. Ya veo las corcheras rojas de las carrileras, cuento 4 brazas de un mismo brazo y llego a la pared.

Voy a descansar 20 segundos, para seguir. ¡Listo! Arranco, voy por los 300 metros, ya mi cuerpo está despierto, voy más rápido, respirando cada 4 brazadas, mejor no, porque la resistencia se merma, mejor respiro con cada brazada.  ¿Cuándo Arca dirá el tema? Ya tengo la pared cerca. A devolverme. ¿Cuál estilo haré? ¿Mariposa o Pecho? Mejor hago lo pensado, Pecho, así no sobrecargo los brazos nadando Mariposa. La dejaré para la última serie. ¿Cuánto llevo? ¿Van 300 o 200 metros? Primero hice Pecho, luego Espalda y ahora Pecho nuevamente, entonces estoy haciendo los 300 metros. Me recuerdo de la película “300”, es fantástica, aunque mi suegro, quien conoce de la mitología griega, me dice que no se ajusta a la realidad de la histórica épica batalla de Termópilas, escrita por el historiador Heródoto, como parte de su narrativa sobre las “Guerras Médicas” entre Grecia y Persia, a principios del siglo V (a.c.), pero lo que no sabe él es que dicha película está basada en un comics estadounidense. Ya estoy en los 75 metros, agarro una bocanada de aire e inicio con el estilo pecho, trato de hacerlo rápido, busco velocidad haciendo conciencia de la técnica, procurando impulsarme bien con los pies, dando patadas de rana. En un momento cuando mi cabeza está arriba, veo una pareja de canarios tomando agua de la piscina, haciendo un vuelo rasante. Ya completé los 300.

Descanso 20 segundos, solo me faltan 100 metros para terminar la serie de calentamiento. Converso con Irene, la vecina en el otro carril, algo rápido y concreto, me dijo que salió tarde de su trabajo. Le digo que me falta 100 para completar la primera tarea. Me hundo y salgo impulsado a nadar crol, voy a buena velocidad, me esfuerzo. Respiro cada 4 brazadas, pero cuando paso los 25 metros necesito aire y respiro cada 2 brazadas. ¿Cuál será el tema de Arca? Seguro nos pondrá a escribir algo relacionado con el chocolate, a ella le gusta eso. Yo escribiría sobre churros con chocolate. Hay que esperar que ella se decida. Mis hijos seguros ya estarán durmiendo, considerando el cambio de horario. Los extraño mucho. Sin darme cuenta, ya estoy contra la pared. Agarro una buena bocanada de  aire y me impulso para mis últimos 50 metros. Tengo que concentrarme en el nado. Pendiente de los últimos 25 metros que voy en Mariposa. La verdad es que practicar natación es maravilloso, se elimina el estrés, hasta se puede meditar. ¡Caramba! Ya me pasé de los 25, comienzo a extender los dos brazos, no sin antes agarrar aire, y me impulso hacia adelante, brazos alineados con los hombros, movimiento de cintura para dar la patada con los pies juntos. Concentración. Tres brazadas y respirar. Otra vez, tres brazadas y respirar. Una brazada y respiro, me hace falta aire. Me falta poco para llegar, hay que concentrarse en la técnica para avanzar y llegar. Toco la llegada con los dos brazos. Llegué exhausto y tengo que respirar profundo para oxigenarme.

 

EMPIEZA EL TRABAJO PRINCIPAL: 3 X 400 MTS.

Ahora me toca otro ejercicio. Recuerdo que ahora se trata de tres series de 400 metros. Si completo esto, ya llevaría 1.600 metros. Pero como dice Papaíto “ganado son vacas”. Se cuentan los metros cuando se hagan. Antes de iniciar, descanso 30 segundos. Mejor pregunto.

-          ¡Entrenador! ¿Qué viene ahora? ¡Acabo de terminar los 400 metros iniciales!

-          Ahora toca 3 series de 400 metros cada una, pero los últimos 25 metros de cada 100, los hace a full velocidad.

-          ¡Vale! –le respondo. «Trataré de hacerlo, pero tengo que conservar fuerzas si quiero llegar a los 2.500. Ya veré, como vaya viniendo, voy haciendo».

Ya es momento de arrancar, voy por los primeros 400, a ritmo medio. Las guacamayas ya comienzan a aparecer, siempre en parejas, se dice que esa relación es de por vida. El Ávila tiene un color hermoso, los caraqueños lo idolatran. A mí no me gusta, quizás no sé disfrutarlo. Como soy guaireño prefiero la vista del mar, es extraordinariamente bella con esas tonalidades de azul que tiene, te muestra el gran misterio de la vida en todo su esplendor.

-          ¡Martín! ¿Qué estas esperando para arrancar?

Coño, este entrenador no deja que uno agarre algo de aire. La verdad es que uno viene a entrenar, no ha relajarse. Me hundo para impulsarme y el pie derecho me molesta, aún tengo ese dolorcito que no se me quita, ¿Será que debo visitar a mi amigo el traumatólogo? Hace tiempo que no lo veo, estudiamos juntos primaria y bachillerato, época hermosa, llena de alegrías. Lo recuerdo mucho cuando jugábamos futbol, también estudiábamos juntos. Recuerdo que para un examen final de Física, en quinto año, estudiamos toda una semana, Yo salí muy bien en dicha prueba, pero él se bloqueó y tuvo que ir a reparación. Veo unos pájaros pequeños que vuelan erráticamente, tiene alas cortas y las baten rápidamente. Estos 400 se hacen monótonos, tengo que concentrarme en llevar la cuenta de las piscinas que voy nadando, y pensar que el entrenador nos dice que tenemos que contar las brazadas, con qué memoria se hace eso. Llevo buen ritmo, para mis condiciones, respirar con cada brazada para aguantar hasta el final y no asfixiarme. Será que el tema para escribir de este mes es sobre el “chocolate”, ¿Que irá a inventar Arca? Beto me dice que es una escritura salvaje sobre el chocolate. ¡Vaya invento! Entonces con este escrito ya resolví. Recuerdo cuando Arca nos hizo una cata de chocolate en un restaurant, fue un desayuno muy placentero. Ya casi termino estos primeros 100 mts, voy bien, pendiente siempre de la técnica, ya estoy llegando a los últimos 25. Ahora respiro cada cuatro brazadas y voy lo más rápido que pueda, siento el esfuerzo en las piernas. Las palmeritas del jardín se han mantenido bien. El árbol de mango ya no le queda frutos.

La pared. Llegué y me impulso de vuelta para seguir nadando, sin descansar. Ya el agua se siente caliente o será mi cuerpo que está acalorado por los ejercicios. Me concentro en ir al mismo ritmo de la serie anterior. Tengo que agarrar fortaleza, para mejorar mis tiempos. Y pensar que esa palmera la tumbó un relámpago, eso escuché. Cuando hay lluvia con relámpagos es mejor salirse de la piscina, porque si llega a caer uno en el agua, el achicharronamiento de los nadadores es seguro, así murió una selección de natación de un país europeo, hace mucho tiempo.  

Voy a buen ritmo, hay quienes van más rápido, poco a poco alcanzaré mayor velocidad. Comienzo a respirar con profundidad para oxigenarme, que estoy llegando a los últimos 25. Ahora, full velocidad, a respirar cada cuatro brazadas y patadas rápidas. Ya estoy llegando a las corcheras rojas, me falta poco para llegar.  Ya en la pared y me impulso para seguir nadando. ¿Cómo sería un salvajismo de chocolate? Comer hasta más no poder o lanzarse tobos de chocolate líquido. No me quiero imaginar cómo sería después para bañarse. El techo del gimnasio es de asbesto, no creo que el Colegio lo vaya a cambiar algún día, así se quedará, favorece que el galpón sea a doble altura, así los niños están menos expuestos. El techo de aluminio del área de espera de la piscina está cayéndose, se debería cambiar. Ya se termina el techo, estoy en los últimos 25. A nadar fuerte.

Llegué a la pared. Me impulso de vuelta y a seguir nadando.  ¿Cuánto llevo? ¿Serán 200 o 300? Yo creo que llevo 200, es mejor así, no me hace daño haber hecho metros adicionales sin contarlos. Hay un compañero que tiene un reloj que lleva la cuenta de las brazadas y metros nadados, pero  siempre le arroja mediciones locas, o será que él no sabe usarlo. ¿Cómo será un relato salvaje sobre el chocolate? Ya Arca me está gustando a chocolate amargo ¡Guácala! El karaoke del viernes pasado me gustó, ya tengo dos canciones con las cuales me defiendo bien. Ya estoy en los 25 finales, a nadar fuerte, estirarme bien, agarrar con fuerza el agua, patear más rápido, respirar cada cuatro brazadas. Ya estoy en la pared.

De vuelta con una buen impulso, el pié derecho me volvió a molestar. No quiero ir al traumatólogo, no vaya a suceder que me mande reposo absoluto con una férula, o peor aún, que me tenga que operar, no es para tanto, además, no quiero saber más de sala de operaciones por un buen tiempo, ya tuve suficiente el año pasado. Ya llevo 300, voy por los últimos 100. Sigo con el mismo ritmo, ¡vamos que puedes! La verdad que a la piscina le hace falta pintura. Están practicando gimnasia con buena música. El compañero de la carrilera vecina como que se fue, porque no lo he visto pasar más. Ya estoy en los últimos 25, voy fuerte, aún tengo energía. No sé cómo me levantaré mañana. Ya completé la segunda serie de 400 metros.

Voy a descansar 30 segundos. No veo bien lo que marca el reloj electrónico de la piscina, no sé si son 80 segundos o 30 segundos lo que veo, deben ser 30, porque el segundero llega hasta 60. Mientras, hago mis respiraciones profundas. Ya casi termina los 30. Y arranco con mis últimos 400 metros, voy a ver si puedo hacerlo más rápido. Patadas más fuertes y brazadas arrastrando más agua. Al terminar estos 400, llevaría 1.600 metros, me faltarían 900 metros para lograr la meta de hoy. Ya estoy cansado, voy a aflojar la velocidad. Últimos 25, más rápido, a reventar, no importa. Pared y de vuelta, esta vez no me dolió el pié al impulsarme, ¡qué vaina tan loca! ¿Cuándo Arca dirá el tema del mes? Espero que lo diga temprano y no finalizando el mes, por aquello de redactar con tiempo y dejar reposar el cuento. No creo que sea sobre el chocolate, ese tema está muy trillado. Esperemos. Cualquier tema sugerido por ella, inspira. Coño, reapareció la molestia en la rodilla izquierda. Si voy a consulta con mi amigo, seguro le echa cuchillo a las dos vainas. Andaría un tiempo en silla de rueda. Eso me recuerda cuando salía de la clínica, luego de las operaciones, en silla de rueda, todo atolondrado. Nuevamente en los últimos 25, aguantar la respiración, rápido y furioso. Pared y vuelta por otros 100.

El agua está buena, este surcar es como dar caricias en el cuerpo. ¿Cuánto llevo? Me parece que van 200 mts. Ya voy por la mitad. En estos 300 voy a buen ritmo, sin apresurarme que quiero llegar hasta el final. Cada vez que llego a esta distancia, me recuerda la referida película. Me impresiona la valentía de los espartanos, más en el Rey Leonidas, quienes luchaban para no someterse a la tiranía de los persas. Los espartanos fueron verdaderos gladiadores. ¡Impresionantes! Alcancé la pared y vuelta, voy por los 50 faltantes. Estoy oyendo más guacamayas pasar. ¿Ellas comerán chocolate? No lo creo, seguro se indigestan o se vuelven locas. Ya estoy en los últimos 25, acelero la marcha, respirar cada cuatro brazadas y patear rápido, no puedo, mejor respiro con cada brazada y cuido estirarme bien y arrastrar fuerte el agua. Definitivamente, el vecino de carril ya se fue. Veo las corcheras rojas en la carrilera, ya estoy llegando. Llegué. Vuelta y me impulso para seguir para los últimos 100. Ya estoy algo cansado, pero tengo que conservar el ritmo. El mayor esfuerzo que se pueda hacer es lo que me permitirá evolucionar. En los baños encendieron las luces, ya hay compañeros que terminaron y están cambiándose. Se ven nubes negras que se acercan. El clima en Caracas es algo extraño en esta temporada, la lluvia puede venir desde cualquier dirección. Ya llegué a la pared de los 50, me volteo y tomo impulso. ¡Carajo!, me volvió a molestar el pié derecho. Recuerdo esa película de hace años, que se llamaba “Mi Pié Izquierdo”, fue fabulosa, el protagonista se ganó un premio Oscar. Hay una persona sentada en el jardín ¿Quién será? Ya estoy llegando a línea de los 25. Nadar con más fuerza y respirar cada cuatro brazadas, con patadas más rápidas. Faltando 10 metros, cambio a respirar con cada brazada, porque no puedo aguantar la respiración, estirando bien y rolando el cuerpo para no bajar la velocidad. Llegué a la pared.

Me levanto y empiezo a respirar profundo para recuperarme. Listo la última serie de los 400 metros. Ahora si puedo decir que llevo 1.600 metros. Me faltan 900. ¿Cuál ejercicio viene ahora? Desde donde estoy no veo la pizarra donde están las anotaciones y el entrenador no está a la vista. Le pregunto al compañero del carril 2, que aún no ha salido y me dice que ahora vienen 3 series de 300 metros cada una y que, en los últimos 25 de cada 100, hacerlo con algún estilo. Pienso en hacer solo 2 series y, los últimos 300, nado con paleta y pullboy, eso me ayudará a fortalecer los brazos.

 

AHORA: 2 X 300, ÚLTIMOS 25 DE CADA 100, EN ESTILO.

Como siempre hago, el orden de los estilos será: pecho, espalda y mariposa. Voy a descansar unos segundos más. Estas series me gustan, porque no son tan aburridas. Ya recuperado, me hundo y tomo impulso. El pié derecho me volvió a molestar, pero la rodilla izquierda va bien. ¿Será que son achaques de viejo? Voy más pausado, ya estoy molido. Respiro con cada brazada, pero voy a ritmo de vencedor. Ya siento las piernas acalambradas, pero me concentro en la técnica y con cuidado de no exigir demasiado a los músculos gemelos. Busco rolar y arrastrar agua con cada brazada. Ya llegué a los 50, ahora me volteo y me impulso. Me sigue doliendo el pié derecho, pues nada, a seguir. La persona que estaba sentada en el jardín, ya no está. ¡Vaya misterio! Ya me toca cambiar al estilo pecho. Junto las manos hacia adelante, estirándome, y al mismo tiempo que doy la brazada para levantarme, doy la patada de rana. Busco estirarme de nuevo para desplazar. Veo que están llegando los nadadores de la segunda hora. Tendrán que esperar que termine o que se metan a compartir conmigo el carril. Miro a la izquierda y veo a los compañeros que ya terminaron. Pero a mí, aún me falta. No importa. Algún día estaré en ese nivel. Subo, tomo aire, me hundo y expiro. El ritmo con fuerza, tratando de mejorar la velocidad. Llegué a la pared.

Me doy la vuelta y me impulso. Otra vez mi pié derecho me molesta, ya me estoy acostumbrando a este dolorcito. Sigo adelante, con calma nadando crol, respirando con cada brazada. Allí está Oscar nadando, lo conozco por su estilo de levantar el brazo en alto, pienso que es demasiado y pierde velocidad, pero así le va bien en las competencias. Marco los 50 con la pared. Me doy la vuelta y me impulso. Sigue molestándome el pié derecho, tengo que impulsarme más suave. La rodilla izquierda vuelve a molestarme. Sigo adelante. Ya quiero terminar, estoy cansado. Ya estoy en los últimos 25 metros y cambio al estilo espalda, dando la vuelta con el impulso de la brazada de crol. Debo rolar, para ayudar al torque de los hombros y no forzarlos. Las brazadas tienen que hacerse de lado, para no fastidiar los hombros, sobre todo el izquierdo, que lo tengo más débil. Las nubes se han puesto más negras. Espero que no llueva aún. Cuando empecé habían nubes tipo Cirrus, ahora todo el cielo está cubierto de Cúmulos. Me gusta cuando el cielo muestra su esplendoroso azul intenso. Me entraron unas gotas de agua por la nariz, de la salpicadera de las brazadas. ¡Es muy desagradable! No me puedo detener. Sigo nadando. Y veo las corcheras rojas en las carrileras, cuento cuatro brazadas con la izquierda y llegué a la pared.

Esta vez me impulso suave, para evitar la molestia en el pié. Voy en crol, a ritmo suave, dejándome llevar por la inercia del entrenamiento. Respirando con cada brazada. Ya me falta menos de 100 para terminar esta serie. Veo a Oscar que sigue nadando, debe ser que decidió hacer los 4.000 metros. Ya se incorporaron los nadadores del segundo turno. Tengo dos compañeros en mi carril. Esto me obliga a nadar más rápido para no obstaculizarlos. Apuro un poco el ritmo. Llego a los 50, me volteo y me impulso. El estilo que me toca ahora es mariposa, pero cuando llegue a los 25. Veo a una chica en el carril vecino, que nada rápido. Aquí hay gente que nada bien, pero a la hora de las competencias, somos pocos los que vamos. Se podría tener un equipo fuerte y con muchos integrantes. Quizás les hace falta comer chocolate, tengo que preguntarle a Arca si eso influye. ¡Coño! Ya estoy en los 25, cambio de estilo. Para arrancar con la mariposa es más lento. Un par de patadas tipo delfín al inicio, luego extender los brazos hacia adelante y arrastrar el agua, hasta obtener velocidad y agarrar el ritmo. Tres brazadas y respirar. Mover la cintura para ayudar en las brazadas. Este estilo es más exigente que los demás. Si uno se descuida, puede tragar agua. Recuerdo una competencia de 50 metros, en Barquisimeto, eran unos nacionales, faltando como 10 metros me entró agua por la boca, me estaba ahogando pero continué hasta llegar, casi me asfixio. Por cierto, esa piscina estaba turbia, le faltaba mantenimiento. Si hubiera ido con mi novia, no me hubiera dejado nadar. Ya llegué a la pared. Listo los 300 metros, me falta otra serie igual.

Descanso un minuto, porque la mariposa me cansó. Logro ver mejor el reloj electrónico de la piscina, ya entra algo de oscuridad y los números iluminados los logro distinguir mejor. Listo el minuto de descanso. Me impulso y a nadar crol. El pié, esta vez, no me molestó. Creo que tengo alguna astilla ósea que me estorba algunas veces o puede ser un problema de algún tendón. Veo que Oscar ya no está, debe ser que terminó. Los chicos que nadan conmigo en la carrilera, me pasaron por un lado, van mucho más rápidos que Yo. La juventud hace la diferencia. Voy a un ritmo tranquilo, rolando y estirándome bien, para arrastrar mucha el agua. Ya quiero terminar, me falta poco. Paso los 50. Me cuesta mantener el ritmo, pero sigo intentándolo. Ya el Sol se está escondiendo, queda la luz del atardecer. Llegó el cambio de estilo. Ahora voy con pecho. Solo me falta espalda y mariposa. Me concentro en la técnica, es lo mejor que uno puede hacer cuando se está cansado. Llegué a la pared. Van 100.

Me impulso y sigo nadando, esta vez en crol, sin descansar. Concentrado en la técnica para mantener la velocidad. La vecina del carril 2, ya no está. ¿Será que terminó o que se jubiló? No puedo distraerme, tengo que seguir concentrado en el estilo, porque el cansancio vence el ánimo y la velocidad. Llegué a los 50, me volteo y me impulso. ¡Qué bueno que el pié ya no me molesta, ni la rodilla! Sigo aguantando la velocidad. ¿Cuánto llevo? Ya hice pecho, ahora viene espalda, entonces voy por los 200. A veces me provoca no hacerla, es desagradable cuando el agua entra por la nariz. Aprovechando el impulso del crol, me volteo y empiezo con la espalda. Voy bien. Cuidando cómo doy las brazadas para no lesionarme los hombros. Ya veo las corcheras rojas de las carrileras, cuatro brazadas con la izquierda y llegué a la pared.

Tomo una buena respiración y me impulso para hacer los últimos 100. Estos metros los haré con más fuerza y velocidad, busco subir de nivel de exigencia. Me concentro en rolar bien y estirarme para alcanzar más agua y arrastrarla, también busco que las patadas sean con fuerza. Así llego a los 50. Me volteo y me impulso con fuerza, me volvió a molestar el pié derecho, pero esta vez fue poco. Sigo con el mismo ritmo con que  venía. Estoy dando todo lo puedo.  Pienso en la mariposa que viene ahora. Tomo una buena bocanada de aire y hago el cambio de estilo. La mariposa la tengo que hacer a un ritmo controlado, teniendo cuidado en la toma de aire, respirando cada tres brazadas, luego una brazada y respiro, y sigo con tres brazadas, hasta llegar a la pared. Llegué asfixiado, pero llegué. Listo esta serie.

 

PARA TERMINAR: 300 DE PALETA Y PULLBOY.

Me tomo un buen descanso, solo un minuto. Tomo bocanadas profundas de aire para recuperar el oxigeno en el cuerpo. Aprendí que para este ejercicio, primero uno debe colocarse el pullboy entre los muslos, colocarse bien los lentes y, de último, es que uno se pone las paletas en las manos.


Ya listo, arranco a nadar. Con las paletas en las manos, las brazadas son más pesadas, porque se arrastra más agua. En cada brazada siento el esfuerzo en las manos, brazos y costados. Combino respirar cada cuatro brazadas y con respirar con una brazada. Rolando y metiendo bien los brazos, cuidando la técnica para hacer bien el ejercicio. Esta noche caeré como plomo en la cama. ¿Será que Arca va a querer que escribamos sobre el chocolate? Espero que este relato sirva para cumplir con la tarea de los escribidores. Ya alcancé los 100. Doy la vuelta. Y sigo nadando concentrado en mis brazadas. Estoy cansado, pero puedo hacerlo. Sigo rolando y estirándome para dar buenas brazadas. Respirando cada cuatro brazadas, alternando con una brazada. Ya llegué a otros 100. Doy la vuelta, y sigo. Estos últimos metros los haré con mayor esfuerzo. Trato de aumentar la velocidad con brazadas más rápidas, pero los brazos ya están mellados, sigo intentando esforzarme. Ya solo faltan 25 metros, con fuerza llego. Llegué, listo. ¡Terminé mi entrenamiento!

-          ¡Entrenador! ¿Qué hora tiene tu reloj?

-          Son las 6:35 pm.

-          ¡Buenísimo! Hice 2.500 metros en casi una hora y media.




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