viernes, 22 de julio de 2022

CABEZA HUECA

Por: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: Enero 2022, re-editado el 22/07/2022.

Iniciaba el 2021, con algo pendiente que veníamos trabajando en la familia desde finales del año pasado, referente a una operación que era necesaria hacerle a mi padre de 84 años. Nunca pensé lo complejo que sería dicho año para mi salud, primero, en el mes de febrero tuve que enfrentar el COVID-19, que si bien no me castigó fuerte, fue un momento de pánico, porque aún había incertidumbre sobre su tratamiento y que todo dependía de la fortaleza de tu cuerpo para superarlo. Lo que quiero decir es que pensé que la muerte la tenía a la vuelta de la esquina, lo cual no sucedió, por supuesto, si no fuese así este escrito no existiría. Esta enfermedad sucedió al mismo tiempo que la operación de mi padre, la cual se hizo de forma exitosa, pero, mi hermano menor Jaime tuvo que encargarse de todo.


Luego de haber superado el COVID-19, con el apoyo incondicional de mi novia María Alejandra. Al mes siguiente, comencé a realizarme los exámenes médicos para determinar la causa de una protuberancia que tenía en la parte derecha de la frente. Como todas estas cosas extrañas de salud, se va pensando desde lo menos a lo más perjudicial. Primero un examen de Escaneo y Rayos – X en el cráneo, luego una Tomografía y, por último, una Resonancia Magnética con Contraste. En conclusión, se detectó que tenía un Meningioma, que es una especie de tumor no cancerígeno, el cual estaba presionando y perforando el hueso de la frente y era necesario operarlo.

Realmente, aunque tenía una fuerte imprecisión sobre lo que me vendría, me reconfortaba pensar que si hasta los momentos no me había sentido mal, ni había tenido algún evento de pérdida de memoria o de convulsiones o de movilidad, significaba que dicho pasajero aún no había invadido zonas importantes en el cerebro y que su extracción sería de poca o de ningún riesgo, a pesar que sería una operación muy compleja.

Al final, me operaron tres veces. En la primera, me extrajeron el “invasor extraterrestre”, dejándome la frente hueca (sin hueso, porque estaba carcomido). La segunda vez consistió en corregir una “fístula” (conexión entre las cavidades craneal y nasal, que producía una salida del líquido cefalorraquídeo por la nariz), y se aprovechó esa oportunidad para colocarme la próstesis de la frente (tipo PEEK, fabricado de manera personalizada con material novedoso de polímero, el cual está identificada con mi nombre y número de cédula, por si se me pierde en algún momento). La tercera entrada al ring, fue para subsanar un problema provocado por una burbuja de aire creada detrás de la referida prótesis.

Aunque he escrito esta historia con facilidad, el proceso vivido en todo este tiempo de operaciones, que fue aproximadamente como 90 días (incluyendo los días de recuperación), fue muy complejo. Se necesitó tener Fe en que Dios estaba orientando a los médicos que me atendieron, también requerí tener mucha confianza en el equipo que intervino en las operaciones, y aprendí a dejarme llevar por las decisiones ajenas, lo cual me costó. Tuve dos cuidadores, mi novia atendiéndome desde el principio y mi hermano en la última intervención.

Es extraño ver que te apaguen la luz, debido a la anestesia, y luego tus ojos se abran en un lugar distinto, que en mi caso fue en la Unidad de Cuidados Intensivos. Que el espacio de tiempo transcurrido durante las intervenciones quirúrgicas es inexistente para uno y que te enterarás de los acontecimientos según los cuentos cortos del médico principal o que el familiar que estaba en la sala de espera se pudo enterar, como fue la noticia de que requerí transfusión de sangre en la primera pelea y la duración de primera operación fue 8 horas.

El proceso de recuperación más que lento, fue tedioso. El cerebro estaba inflamado y necesitaba que se le diera reposo absoluto. Tuve que aislarme de todos los amigos, no recibía llamadas porque me perturbaban, solo estaba acompañado del amor, quien tuvo que tener mucha paciencia conmigo, porque si normalmente soy callado o poco comunicativo, en esa oportunidad era como una tumba.

Luego de mi segunda operación, perdí la noción de existencia (espacio, tiempo y sentido), es decir, no recuerdo el transitar hasta el tercer round. Todo esto debido a una bendita burbuja de aire que apareció detrás de la prótesis. Pero sí recuerdo que al entrar a la habitación, luego de ese evento, vi a mi novia y la saludé con mucha alegría “İAmor! ¿Y eso que estas por aquí?” le dije a manera de chiste.

Posteriormente, luego que me dieran de alta, me mandaron a realizarme 35 sesiones de radioterapia (con el propósito de eliminar cualquier vestigio que haya quedado). Todos los días, de Lunes a Viernes, a las 8 am tenía que estar en la clínica para someterme a dicho tratamiento. En la sala de espera conocí a varias personas que estaban en lo mismo, un doctor llamado William que tuvo un tumor en una amígdala y una señora muy simpática que vivía en Caraballeda y que se operó de un Meningioma en la cabeza (al igual que mi caso, pero se encontraba en la zona posterior del cerebro), también conocí a un niño que estaba en silla de ruedas con su mamá y que no tuve tiempo de presentarme con él (estaba terminando su tratamiento), pero en su último día se presentó con un cartel de despedida, lo cual fue un momento muy emotivo que todos aplaudimos. También coincidí, por dos semanas, con un amigo que se estaba tratando la próstata. En este tiempo conocí a los jóvenes técnicos de la clínica que me atendieron en las referidas sesiones, quienes fueron excesivamente amables, siempre saludaban con ánimo "¡Buenos días! ¿Cómo se encuentra?” Los efectos de estas sesiones fue la caída del cabello en la región donde se aplicó la radioterapia (la frente y las zonas laterales de la cabeza), que no me atormentaron y que fue la excusa para empezar a usar sombreros (escogidos y comprados por María Alejandra), aunque ya no me hacen falta porque está creciendo nuevamente el cabello y en poco tiempo podré lucir el peinado de siempre. Otra consecuencia, pero hermosa, fue que mi novia se convirtió (y Yo también) en mi prometida, siendo este 2022 el año que lo haremos oficial.    

En estos dos años que han pasado de pandemia y el que está transcurriendo, hemos tenido que aprender a otras formas de relacionarnos con la gente, con los amigos y con la familia, evitando reuniones o teniéndolas pero con disfraces bucales. Han ocurrido cambios en las rutinas deportivas, sobre todo en aquellas que se desarrollan en espacios específicos. Y algo que lamento en estos tiempos, es no poder acompañar a amigos y familiares, quienes han tenido seres queridos que han abandonado este plano, por temor al contagio.

El resultado de todo esto es que he quedado con mi cabeza hueca, pero ese vacío lo he llenado de mucho amor y agradecimiento a las personas que han estado acompañándome, quienes no han dejado de rezar por mi completa sanación, la cual ya he logrado desde hace tiempo, pero que no me importa que sigan enviándome esa energía positiva y esas oraciones que me ayudan a estar más cerca de Dios. 



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