Autor: Martín A. Fernández Ch.
Fecha: escrita
en el año 2015, reeditada el 15/07/2022
Querida Soledad, te escribo
esta carta porque te aprecio y respeto profundamente, tanto, que quizás no me
puedas creer cuando me leas. Estoy realmente agradecido contigo por estos tres
años de compañía, la cual ha sido constante y manifiesta, reconozco que me ayudaste
a madurar emocionalmente y a crecer en mí como persona, aunque con métodos no
muy agradables. Con tu presencia, que era casi todo mi existir, aprendí a
conocerme en lo más hondo de mí ser, para encontrar y entender mis bajezas y
mis valores, reconocer mis fortalezas que fueron las que me permitieron emerger
como aquella ballena que sale de las profundidades del mar, para respirar con
jolgorio.
Gracias a ti, Soledad,
aprendí a reconocer el valor de muchos aspectos de la vida, como son: la verdad
de mis pensamientos, el interpretar el silencio de vacío de mi apartamento, el
sentir el clima en cada una de las estaciones de nuestra Caracas, la calidez de
mis plantas, y la magnificencia del Ávila vista desde la ventana de la sala. En
contraposición a esto, aunque parezca mentira, pero sucede, desarrollé aún más
el amor hacia mi familia, amistades, vecinos, en fin, de la gente que tiene que
ver en algo con mi vida. Recuerdo los malos momentos cuando la tristeza me
transpiraba en todo mi cuerpo, cuando tú, mi fiel amante, no te separabas de
mí, siempre estabas conmigo hasta en mis paseos improvisados a la plaza, al
Parque del Este o como bien le denominan ahora Generalísimo Francisco de
Miranda, y al cine, para ver cualquier película seleccionada al azar o la que
tenía mejor título o un protagonista conocido. Todo esto con la finalidad de dejarme
llevar en el tiempo y en paz. Me enseñaste a sentir cada segundo de mi
existencia, a ser protagonista de esta fiesta que es la vida, y a seguir como
dice William Ernest en sus dos últimas líneas de su poema Invictus “soy el amo
de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
Tienes que entender que lo
nuestro no podía durar mucho, por más que quisieras estar conmigo, porque Dios
tenía un mejor plan para mí. Sin intención de despreciarte, sino más bien de darte
tu justo valor, tengo que distanciarme de ti, la razón de esta decisión se debe
a que ha llegado a mi vida una mujer encantadora, una de carne y hueso, hermosa
para mis ojos, dulce para mis labios, consentidora para mi piel y apasionada
para mi ser. Una mujer que se ríe conmigo, que llena mi alma de alegrías, que
coincidimos en amarnos de verdad y que ya no te toleramos. Este amor que siento
por ella crece cada día, tanto como la inmensidad del infinito universo.
Estamos conectados en sentimientos, en maneras de pensar, siento que somos el
uno para el otro. Quizás, tú juegues a que vuelva contigo pero no es mi
intención. Yo apuesto al amor, porque con ella he resucitado en otro hombre,
lleno de energías para enfrentarse a cualquier circunstancia de la vida, porque
cuento con su apoyo incondicional, porque siento que soy una mejor persona,
porque tengo una estabilidad emocional como nunca había sentido, y porque ahora
me toca vivir esta rumba tan sabrosa.
Gracias Soledad, y solo me
queda decirte adiós, espero no verte por mucho tiempo.
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