viernes, 15 de julio de 2022

¡HACIENDO MI MEJOR ESFUERZO!

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: Octubre 2014, reeditada en 15/07/2022

Era un día domingo, soleado. El ambiente era de solidaridad deportiva y amistad. Estaba en la Competencia Máster de Natación Danny Chocrón 2013, donde adultos de todas las edades y sexo demuestran las ganas y el gusto por este deporte.

Me encontraba exhausto, ya era la tarde y había competido en cinco pruebas, tres de ellas individuales  y dos en equipo de relevo. Además, el día anterior había participado con el equipo en el Distrital de Natación, en el cual me había exigido fuertemente en cuatro oportunidades. Pero la Danny Chocrón es el evento estrella del año, donde coinciden expertos y principiantes. Era la primera vez que participaba y estaba muy emocionado.

Me alisto para mi última competencia: relevo libre. Sentado en el área de espera junto a otros nadadores para competir, sentía mis piernas agotadas, a punto de colapsar en calambres musculares, pero mi compromiso de equipo me obligaba a mantenerme calmado. Pensé por unos momentos que no iba a poder, de verdad estaba cansado, pero no había marcha atrás. Así que me dije “haz lo mejor que puedas, concéntrate en llegar al otro lado”, e inicié una meditación para relajar mis músculos, comencé a respirar profundamente y repasar mentalmente lo que tenía que hacer: darle fuerte a las piernas, girar mi cuerpo con cada brazada, respirar cada cuatro brazadas, no esforzarme por encima de mis capacidades, mantener la velocidad, y tener paciencia y mucha calma. “Lo importante es llegar al otro extremo”.

Mencionan mi nombre y me dirijo al puesto de salida junto a mis compañeros de equipo para el relevo: el Loyola Master; integrado por buenos amigos, quienes dan todo por el logro. Yo soy el último, el que debe rematar. ¡Si supieran mis condiciones, me cambiarían! Suena la corneta de salida y se lanzan los nadadores del primer turno. Yo sólo estoy concentrado en mí, no me entero de cómo van mis compañeros, sólo respiro y repaso mis lecciones, me concentro en hacer mi mejor esfuerzo para llegar. Ya casi es mi turno, en ese momento es cuando me abstraigo de lo que pasa alrededor y solo me enfoco en mí, en lo que tengo que hacer. Ya me inclino para salir, espero que mi compañero toque la pared, y me zambullo en el agua. Esos fueron los 38 segundos de mayor concentración que he tenido en mi vida, pensando en el estilo, la técnica, las brazadas, las patadas, la respiración, la velocidad y mantenerme tranquilo para poder llegar; porque a veces ocurren segundos de saboteo mental, que te dicen “no puedes, estás cansado”, y uno tiene que animarse y sacar el resto de las fuerzas para lograrlo. Y llegué, no creo que mis compañeros sepan el gran esfuerzo que hice, o quizás sí, porque igual han pasado por lo mismo. Nos felicitamos por haber finalizado la prueba, todos exhaustos. Yo, sin poder pronunciar palabras, estaba más pendiente de recuperar el aliento.

Luego, al rato, sentados con todos los demás integrantes del equipo, anuncian el resultado de la competencia: “En el tercer lugar…Loyola Master”, ¡Guao, qué alegría! ¡Hemos ganado la medalla de bronce! Quedé sorprendido, la primera vez que asisto a este gran evento y gano una medalla. Realmente no sabía qué hacer, brincar no podía porque no tenía fuerzas. Solo me sentí muy orgulloso de mí y del equipo. Ya tenía algo que contar a mis hijos: que con esfuerzo, constancia y optimismo se pueden lograr las metas.

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