Fecha: 01/07/2023
Autor: Martín A. Fernández Ch.
Era el mes de diciembre de 1999, diez días antes de navidad. Ellos celebraron su boda hasta el amanecer. Los padres del novio insistieron en que se quedaran en Caracas, pero preferían disfrutar de su luna de miel en su nuevo apartamento que habían comprado en el Litoral Central, sin importarles el mal tiempo que estaba haciendo.
La fuerte lluvia los acompañó por todo el camino. El cielo ennegrecido impidió que vieran el amanecer del nuevo día. Cuando estuvieron pronto a llegar a Caraballeda se encontraron con el tráfico estancado. Los vehículos no avanzaban. Luego de 15 minutos esperando, ya no tenían temas de conversación, él sugirió hacer el amor dentro del carro, pero ella no se atrevió, dijo que los vecinos los podían ver. Al rato sintieron que se les dificultaba respirar porque el vehículo ventilaba humo hacia adentro; entonces, lo apagaron, pero tuvieron que abrir un poco las ventanas para que entrara aire y así evitaron que los vidrios se empañaran.
Él insistió con sus ganas posando su mano sobre el muslo de ella, lo acarició provocando su excitación, pero ella le rogó que parara, que mejor era esperar llegar al apartamento. Esto lo afligió un poco, porque quería repetir experiencias anteriores, que fueron varias. Le dijo que cuando estuviesen solos en la habitación dejaría las riendas sueltas a las ganas. Lo importante ya había pasado: el matrimonio eclesiástico.
Transcurrido otros 45 minutos sin avanzar, se extrañaron al igual que los vecinos, que se comunicaban por medio de las ventanas medias abiertas, porque era inusual esa circunstancia. Pensaron que habría sucedido algún accidente grave más adelante, quizás un fuerte choque con varios decesos, pero hasta ese momento no habían escuchado alguna ambulancia o a los bomberos.
Pasó un policía cubierto con un chaleco impermeable. Él le preguntó el por qué del tráfico parado y le contestó que la vía estaba trancada, que no había paso debido a un derrumbe en la vía. La curiosidad lo mataba y fue cuando le dijo a su esposa “voy a averiguar”. Ella le dijo que se quedara, que seguramente pronto despejarían la calle.
La radio no tenía señal, como consecuencia del mal tiempo, por lo cual no podían escuchar alguna noticia al respecto. Ella, más despreocupada, puso un CD de música para oír al conjunto “Jarabe de Palo”, de inmediato se escuchó la canción “Vuelvo”. Ya había cesado la fuerte lluvia, solo garuaba continuamente. Cuando la canción entonaba el verso “vuelvo, a ser lo que siempre he querido ser”, él dijo de manera decidida “Ya Vuelvo, voy a averiguar que pasó”. Ella le pidió que se quedara, que no la dejara sola, pero no la escuchó, hasta le propuso que le haría el amor si se quedaba, pero no la escuchó.
Pasaron otros 15 minutos y ella vio que venía la gente corriendo y gritando de terror. Solo decían “corran, corran”. Los que estaban dentro de los vehículos, salían y corrían sin saber qué pasaba. Ella se quedó esperando para ver si su recién esposo llegaba, pero no llegó. Algunos le decían que saliera y corriera, pero no se animaba, esperó un buen rato.
Un bombero que pasó le dijo que tenía que salir y alejarse, porque era peligroso, puesto que el río San Julián se había desbordado y se estaba llevando todo lo que se atravesara por delante. La obligó a salir. Ella corría levantando su traje de novia y mirando de vez en cuando hacia atrás buscando a su esposo.Cuando llegó a un lugar seguro, se paró, notó que la gente seguía corriendo en bandada, con caras de pánico, como si el mundo se estuviese acabando. Pero no vio a su marido. Solo le quedó sentarse y llorar de la angustia. Tenía la esperanza de encontrarse con él, porque le había dicho “Ya vuelvo” y eso fue una promesa.
FIN